La sombra cayó sobre nuestras vidas para recordar y consolarnos mutuamente. Unidos, elevamos nuestras voces en oración a la Fuente de la vida, pidiendo consuelo y fortaleza. Necesitamos luz cuando la muerte oscurece en nuestros días.
¿A Quién miraremos si no al Creador de la vida? Necesitamos entereza y valentía cuando el dolor y la pérdida nos asedian ¿Dónde las encontraremos si no en el pensamiento de Dios quien preserva todo aquello que es bueno, por toda la eternidad? ¿Quién entre nosotros no ha soportado pruebas y duelos? Algunos aún soportan la herida reciente en sus corazones y por lo tanto están más próximos a nuestra tristeza. Otros, cuyos días de duelo están ya lejanos, aún recuerdan el consuelo que la empatía y la amistad trajo o a sus corazones apesadumbrados. Todo pasa; todo lo que vive debe morir. Todo aquello que amamos no es sino un préstamo, y llega el tiempo en el que debemos renunciar a ello. Somos viajeros de la misma senda que conduce al mismo fin.